lunes, 6 de junio de 2011

Capítulo 3

Sin parpadear, miraba las luces de la ciudad con odio. No sabía que hora podía ser, pero la oscuridad cubría todo el bosque como una manta. Gracias a mis sentidos de vampiro, podía ver y oír cualquier cosa de noche al igual que de día. Pero de noche era más especial, porque nadie podía mirar tan bien como nosotros.
-Paula- me llamó Tom con voz suave.
Yo estaba subida en la rama del mismo árbol. Siempre estaba allí, pensando en mis cosas, metida en mis pensamientos y emociones. Aunque nunca solucionaba nada estando allí. Estando allí, a punto de bajarme, un olor familiar me llegó desde la lejanía. Sabía al instante a que se debía ese olor.
-Humanos- susurré para mi misma. Bajé de un salto al suelo, y al caer flexioné las rodillas- Vamos, Tom. He olido algo familiar.
Él me siguió, como hacía siempre. Muy pocas veces me había contradicho las normas, mis normas, que eran muy fáciles de cumplir. Empezamos a correr, y sentí el olor que desprendía Tom al moverse. Olía como al tomillo del campo, a un olor que era casi un recuerdo para mi… Un recuerdo que siempre lo tuve presente en mi mente. Se desvió para la derecha, y yo lo seguí con la mirada.
¿Dónde vas?, me pregunté en mi mente.
Por ahí no había nada. Cuando dejé de mirarlo y volví la cabeza al frente, me encontré con un árbol que venía demasiado rápido hacia mi. Caí para atrás cuando me empotré contra el árbol. No sentí nada, porque mi cuerpo estaba echo de hierro, o casi de algo mas fuerte. Era como si me pegaras, y fuera una armadura. En el suelo, cerré los ojos un segundo.
Unos pies acercándose a mi. Una mujer contando: uno, dos, tres… Un hombre mirándome con una sonrisa de felicidad y placer en su rostro... Un colmillos…
Abrí los ojos de golpe. Siempre me pasaba lo mismo cuando intentaba tranquilizarme. Esa imagen, que aparecía cada vez más cuando estaba sola, me ponía enferma. Me levanté, y me quité los restos de hojas que llevaba por el pelo. De nuevo corrí.
Ese recuerdo era tan difícil de verse en mi mente, que me atormentaba todas las veces que cerraba los ojos con esa pequeña imagen. Nunca me paré a pensar, si sería producto de mi imaginación o si era real… Ahora no importaba. El mismo olor a humano, me removió las entrañas.
-¡Ahhhh!- un grito se expandió por el bosque oscuro.
Me quedé quieta un momento, y seguí corriendo cada vez más atenta a los árboles que me rodeaban.  Se decía, que en ese mismo bosque, una chica se convirtió en un monstruo horrible al mentir a su marido. Esa misma chica, por mentir, tenía que andar por el bosque, buscando a alguien que la creyese.
Los pensamientos se me interrumpieron, cuando vi a un hombre anciano sentado de rodillas, y con las dos manos detrás de la nuca. Seguí andando sin hacer el mínimo ruido; sin respirar; sin pisar las hojas secas que habían por el suelo… Al estar cerca de él, vi que era un campesino. Vestido con ropa de animales, miraba al frente. Su respiración era agitada, como si estuviera asustado, pero no quería que lo viese..
Lo toqué por detrás con mi mano helada, y el anciano dio un respingo.
-¿Qué hace vos aquí?- la pregunta me salió de mis labios con torpeza, dado que estaba solo pendiente en la sangre que le corría por la garganta.
No hico nada. Ni un gesto. Ni tan solo moverse. Se mantuvo callado.
-¿Por qué estás aquí?- me puse enfrente de él con dos pasos rápidos- ¡Responde!
Viendo que no respondía, lo  cogí por el cuello de la camisa, y lo levanté en peso. El hombre gimió de miedo, y movió los pies en el aire. Mis colmillos se asomaron entre mis dientes, y mis ojos se transformaron en rojos. Justo cuando estaba acercando la garganta del anciano a mi boca, oí un crujido.
A continuación, un arco tensándose…
Una trampa, grité en mi mente, cabreada.
Me dio tiempo a desviar la flecha que venía hacia mi cabeza. Solté al anciano, y salté lo máximo que pude. Salió una segunda flecha desde los árboles, pero ésta le alcanzó al anciano que estaba apoyado en el suelo. La misma flecha, le cruzó la cabeza de lado a lado, mientras un gemido silencioso salió por última vez de su boca. Me agarré como pude a una rama, y estuve colgada allí hasta que vi salir a un montón de soldados.
Eran los soldados del reino, y pertenecían al rey. Estos rodearon al anciano muerto, y miraron a donde estaba colgada. Sacaron sus espadas, y la apuntaron al frente, con la vista aun clavada en mi. Los soldados estaba defendiendo al muerto, pero… ¿por qué? La respuesta vino hacia mi en nada de tiempo. Lo estaba defendiendo de mi, si yo me acercaba, ellos me podían matar. Por eso no lo dejaban tirado a un lado, y venían a por mi. Era al contrario. Querían que yo fuera a por ellos. Me solté de la rama, y cuando toqué el suelo con los pies, salí corriendo hacia ellos. Dos gritaron, y se echaron encima de mi. Desgarré a uno de ellos con la boca, y a otro lo maté clavándole su propia espada en la barriga. Para mi sorpresa, llegaron más soldados. Conté a treinta soldados, y yo no podía con tantos. De nuevo defendieron el cadáver con sus espadas y cuerpo. Me aparté un poco, y los miré confusa. Encontré al final una solución para matarlos a todos que seguro que no iba a fallar. Y era dejar que la sed por la sangre del anciano, se apoderara de mi; dejando de ser un vampiro y pasando a ser un monstruo.

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