lunes, 20 de junio de 2011

Capítulo 5

Entré en la casa con varias gotas de sangre goteándome por la barbilla. Me limpié cuando vi a Tom sacando un objeto de un baúl.

-¿Qué es eso?- le pregunté, poniéndome a su lado.

No me contestó, y sacó el objeto. Era un bote, con algo rojo en el interior. El olor atravesó el cristal, y llegó a mi nariz. ¿Qué era aquello? Tom miró el bote con una pequeña sonrisa, y dijo:

-Aquí está la salvación.

Se lo quité de las manos con rapidez. Observé el bote con una curiosidad intensa. Lo de adentró se movía cuando lo cambiaba de mano el objeto. Miré a Tom que tenía la vista clavada en mi brazo. No me acordé de que un soldado me había dado con una espada. Me había atravesado el brazo de lado a lado, sintiendo un dolor intenso e insoportable. Pero fue lista, y le mordí en el cuello. Mi mordisco fue duro y preciso. Le agarré del cuello, y estiré como si fuera un animal.

Parpadeé varias veces. En cierto modo, me había convertido en un animal cuando dejé que la sangre recorriera mi cuerpo en el bosque. Recordaba pocas imágenes, algunas borrosas y otras precisas… Pero nada seguido.

-¿Qué te ha pasado?- me preguntó Tom acercándose a mi.

Corrí hacia el otro lado de la habitación, alejándome de él. Le hice un gesto con el dedo índice.

-He preguntado yo primero.

-Es sangre.

-¿Humana?

Tom asintió.

¿Sangre? ¿Quién podría haber tenido tanto control para no bebérsela y guardarla en un bote? Le lancé el bote a mi compañero, para quitar esa suciedad que me hacía sentir todavía un monstruo. Me senté en un sillón que se situaba al lado de la chimenea, y crucé las piernas. Llevaba un pantalón de soldado, porque me resultaba más cómodo que un vestido para cazar. Aunque antes había sido la ayudante de la reina, no podía seguir vistiendo de tal forma. Miré el fuego de la chimenea, y me acordé cuando mi madre me hablaba de su vida. De lo que había costado meterse entre los nobles, entré esa gente con dinero para encontrar a su amor verdadero.

¿Lo había encontrado yo también?

Creía que no, pero notaba muchos sentimientos hacia Tom. Un gran compañero y guerrero. Me pasé la mano por mi pelo castaño, y suspiré. Fue un suspiro que hizo llamar la atención de mi compañero.

-¿Cómo vamos a encontrar a la chica?- le pregunté ésta vez a él.

-Entrando en el castillo.

-Imposible.

-No es imposible. Lo he estado vigilando estos dos días, y parece ser que los soldados están centrados en vigilar al rey.

-¿Y eso?

Se  arrodilló enfrente de mi.

-Han matado a su heredero. Sintiéndolo mucho, la reina no puedo dar mas hijos por su edad. Se puede imaginar que le dejé el trono a su hija pequeña Esperanza, pero hay un problema.

Esperé mi pregunta, pero no dije nada.

-El problema-continuó- es que el rey ha buscado otra alternativa antes de dejar el trono a su querida hija. Se está acostando con alguna sirvienta, y dudo mucho que no se acueste con nuestro vampiro.

-No podemos tener hijos. Lo sabes- le recordé.

-Cierto. Pero sería un dolor insoportable para el vampiro, porque le va a costar mucho aguantarse a la olor de la sangre.

Me quedé mirándolo con el ceño fruncido. No podíamos dejar a esa chica más tiempo metida en el castillo. Era sacarla, y llevarla a un lugar seguro… O matarla. Pero esto último me provocaba dolores muy fuertes en los recuerdos. Yo ya había matado a vampiros, y siempre se me quedaba un remordimiento enganchado a mi toda la vida.

-Mañana la sacamos. No quiero más problemas contra nosotros. Ya que no nos podemos ir, tendremos que recogerla. Después, ya veremos lo que hacemos con ella. Si matarla o resguardarla con nosotros.

-Muy bien, Paula. Mañana antes de que amanezca.


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